lunes, 3 de noviembre de 2014

MIS ÁNGELES - José Caride




 En todas las religiones se habla de ángeles, de mensajeros celestes, de intermediarios entre el Ser supremo y la persona; y a los que se les suelen atribuir, además de belleza, una gran bondad y  una hermosa inocencia. Su misión es vigilar, guiar, proteger. Son seres puros por definición y a veces, cuando se produce un silencio, se dice: «Ha pasado un ángel». Estas son las opiniones que, más o menos reales, circulan entre los humanos.
  Pero yo no estoy muy de cuerdo, por lo menos en una gran parte. Hay otro tipo de ángeles más cercanos a nosotros, más humanos. Están a nuestro lado, viven con nosotros y caminan, lloran y suspiran pegaditos a nuestro costado, se pueden ver y tocar. No siempre nos hacen reír o nos dan felicidad, sino que a veces  las lágrimas recorren nuestras mejillas al contemplarlos. Sin embargo, los queremos y nos quieren. Les ayudamos y de algún modo también nos ayudan.
   Esos ángeles son más ángeles, a mi juicio, que los propios ángeles bíblicos o los sacados de cualquier libro sagrado.




   «Mis ángeles» tienen las virtudes que se les atribuye a los “clásicos” aunque con algunas diferencias:
      Su belleza no se puede ver a simple vista porque es una belleza interior, fuerte y arrolladora.
      La bondad no se “palpa” porque la muestran entre grandes pausas. Y no se puede dudar que la poseen en grandes dosis porque son hijos directos de Dios.
     Quizá sea la inocencia una de sus grandes virtudes porque no entienden del mal, no conocen lo que es. Viven en un mundo donde sólo existe el bien.
     Cuando aparecen, a veces, se produce un silencio y entonces, en vez de decir ha pasado un ángel, habría que gritar: «ha llegado un ángel».
     La misión de los “bíblicos” era vigilar, proteger y guiar. Pero «mis ángeles» han cambiado las normas y somos nosotros los que debemos proteger, guiar y vigilar. Esto es más importante porque nos obliga a racionalizar el pensamiento, a ser más comprensivos, menos egoístas, más generosos, más desprendidos y en definitiva mucho más humanos.
     A estos ángeles, desconocidos por la mayoría de la raza humana y que curiosamente algún animal los reconoce, les llaman retrasados mentales, con síndrome de Down, disminuidos, disléxicos, autistas y no sé cuántos nombres más, todos ellos, degradantes y vergonzosos; el último es discapacitados, tan degradante como los otros si no más.
        Parece ser que hay muchos genios entre los disléxicos y autistas: «Thomas Edison, Beethoven, Einstein, Newton, Leonardo da Vinci, Gaudí, Mozart, Strauss, Andersen», por dar el nombre de alguno, pero hay una extensa lista. ¿Es que la humanidad no les debe nada a estos “ANGELES”?
      Para mi siempre serán, por los siglos de los siglos, mis ángeles. Los quiero.

                                                                                                                             
José Caride



2 comentarios:

  1. Qué bonito..............
    Cuánto Amor se desprende de tus palabras...............

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